Aunque pueda resultar extraño, el proceso conocerse-aceptarse-quererse no debe comprenderse como algo lineal, sino como una relación circular entre estos tres aspectos:
cuanto más me conozco, más tengo que aceptar y más que querer...pero a la vez, cuanto más me quiero, más ganas tengo de conocerme y más capacidad para aceptar aquello que no me gusta.
Vale ¿y qué pasa cuando llevas toda la vida encerrado el la espiral evitárse-no aceptarse- no quererse y cada vez evitarse más para no ver todos eso que no me gusta de mí? ¿como narices se sale de ahí?
Existe algo dentro de nosotros, a lo que no le damos a penas valor, pero que nos habla de nuestro yo profundo más de lo que pensamos: nuestros intereses y aspiraciones. No me refiero a mirar Instagram ni tampoco a aprendernos los temas que están de moda ¡NO! Me refiero a esos intereses o aspiraciones profundas que siempre han estado ahí, que forman parte de nuestra identidad.
Por ejemplo: hay personas a las que les gusta hacer puzzles. Hacer un puzzle requiere paciencia, atención, quietud... ordenar el caos de las piezas de alguna forma nos calma y nos da paz: ordena nuestro interior y nos pone en el silencio. Otras personas pintan, la pintura requiere capacidad para observar y es una forma de expresar lo que guardamos en el corazón a lo largo de nuestro día; nos ayuda a comunicarnos con el exterior a través de los colores que, como las palabras, van articulando un mensaje a través de una imagen. La pintura también ordena nuestro interior y nos pone en el silencio.
Como podéis ver, cada persona tiene intereses que le ayudan a equilibrar su mundo exterior e interior ¿De que depende que me ayude más una cosa u otra? En gran medida de mi manera de ser. Son intereses que surgen del yo y me llevan al yo. Cuando acepto cultivar mis intereses reales me valido, me doy mi espacio: me conozco (reconozco el interés) me acepto (reconozco la necesidad que tengo de cultivar dicho interés) y me quiero (me doy lo que necesito de verdad).
Con las aspiraciones pasa un poco igual. Las aspiraciones profundas se derivan de mi yo, lo validan y lo sostienen. No son cosas que me ponen en jaque contra mi mismo, sino que me permiten desarrollar todo mi potencial. Por ejemplo: si soy una persona sociable para la que la familia y las amistades son esenciales, es mi responsabilidad emplearme a fondo en estos aspectos. Lo que me va a hacer feliz va a ser convertirme en un padre/madre, amigo, marido/mujer... solícito, que conoce a sus seres queridos y participa de sus vidas de forma estrecha y cercana.
A pesar de que todo esto puede resultar evidente, a veces sin apreciarlo nos proponemos cosas que resultan TOTALMENTE contrarias a nuestro ser. Es más, a veces lo que nos proponemos es no ser (nosotros mismos). Vemos listas de propósitos llenas de “voy a leer mas” en personas que requieren un nivel de actividad extremo y que, por su condición de vida habitual, no pueden realizar; es absurdo pretender sentarse a leer “tranquilamente” cuando lo que necesitas es irte a montar en bicicleta... de igual manera otros se proponen salir a correr cada día cuando lo que de verdad les equilibra es dar un paseo tranquilo observando las flores que luego pintarán en casa... CADA PERSONA ES UN MUNDO y eso es lo maravilloso.
En medio de todo este batiburrillo de ideas entre el ser, conocer, proponer... hay un ejercicio que os propongo para tratar de poner las cosas en orden: Escríbele una carta a tu yo 2030.
Cuando era más pequeña (pretendo ser pequeña para siempre) pasé por un momento de conflicto adolescente y “casualmente” coincidí con una persona muy sensata que me recomendó escribirle una carta a mi yo de diez años después. En la carta debía escribir qué me gustaría estar haciendo en el aspecto personal y laboral pasados esos diez años, qué conflictos me gustaría haber resuelto, que cosas me gustaría estar gestionando mejor...
con la indicación de sentarme a escribir no se me dieron más sugerencias, objetivos, ni pistas (supongo que tanto misterio formaba parte del ejercicio) y al sentarme a escribir esa carta obtuve algunas cosillas que aún hoy, me siguen resultando muy útiles:
•Conocí algunas de mis preocupaciones profundas, lo que me desveló un parte importante de mi yo. •Comprendí la repercusión de mis propias decisiones a largo plazo y empecé a decidir pensando en mis objetivos reales e identitarios.
•Asumí la responsabilidad de mis actos, comenzando a hacerme cargo de mi misma, de mi auto cuidado.
Después de escribir la carta (y te recomiendo que lo hagas) guardé la carta en un sitio accesible. La idea es poder releerla siempre que dudes de ti mismo y tu capacidad de decidir; como si fuera un reconocimiento de tu yo profundo, una declaración de intenciones... un pacto contigo que te libera y te permite ir, poco a poco, siendo cada vez más tú.
Cuando termines con el ejercicio, me gustaría que hicieras una última cosa: reescribe tu lista de propósitos para 2020 y cuéntame...¿hay alguna diferencia?
Espero que te resulte de utilidad esta experiencia, que a través de ella empieces a tomar conciencia de todas esas cosas importantes a las que, a veces no prestamos atención. Que tu 2020 se encamine a reencontrar todo lo bueno que tienes en tu interior y a compartirlo con todas las personas de tu entorno. Recuerda que hay muchas cosas que solo puedes hacerlas tú, por eso es tan importante que empieces a ser tú mismo.
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